La humanidad siempre se ha debatido
entre el bien y el mal, entre lo que agrada a Dios y lo que no. En la primera
pareja se generó ese punto de quiebre, en el que todos quedamos a merced del
mal, y desde sus primeros hijos, uno de ellos mostró su deseo de hacer las
cosas por el lado correcto y el otro no; al fin y al cabo ya eran hijos de una
naturaleza caída.
La sola posibilidad de aceptar la
condición en la que vivimos, hace la diferencia entre la muerte y la vida. El
hombre ha optado por ignorar esta verdad elemental y como el avestruz prefiere
guardar la cabeza en un hoyo a enfrentarla.
Para la reflexión de hoy hemos tomado el pasaje bíblico, en el que dos
hombres se enfrentan a una muerte “justa” por haber violado la ley, pero
teniendo en medio de ellos al autor de la salvación “…uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo:
Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros… el otro, le reprendió,
diciendo: Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros,
a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros
hechos; mas éste ningún mal hizo” No hace falta un ojo clínico
para ver la similitud entre estos dos hombres y el de hoy. El uno muestra arrepentimiento
y el otro no; tampoco hace falta ir muy lejos para ver el resultado de
cualquier decisión Y dijo a Jesús:
Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino. Entonces Jesús le dijo: De cierto te
digo que hoy estarás conmigo en el paraíso“(Lucas 23:39-43).
La encontramos en el trabajo, en la
calle, el estudio, los amigos y en nuestro círculo familiar. Vemos con alegría
al que acepta su condición de pecador y con mucha tristeza al que no; pero
todos habrán de enfrentar las opciones de los ladrones del relato un día.
Salvación o muerte eterna, frio o
caliente; pero nada se queda en la mitad. El Señor ha determinado esto desde el
comienzo y nada ni nadie lo va a cambiar; lo curioso del asunto, es que aquel hombre,
a pesar de estar colgado al lado de Jesús, prefirió insistir en su pecado a acercarse
a Él.
No se concibe hoy esto en personas
racionales, estudiadas, modernas, de mente abierta e inteligentes; pero ésta es
una decisión personal. El desarrollo del conocimiento en lugar de acercar al
hombre a Dios lo ha alejado. En esto almorzaba con una persona de la que he
recibido amistad sincera e incondicional; pero pensaba en las muchas veces que le
he compartido de Jesús sin resultado alguno.
Una gran persona y lo quisiera salvo,
pero su corazón no puede ver más que la triste oscuridad de una religión
heredada. La tarea está y seguirá estando mientras el Señor me regale vida, en
orar por él y por los muchos que cercanos o lejanos están perdidos.
REFLEXIÓN: Es tiempo de decidir si
estamos a la izquierda o a la derecha de Cristo!
REFLEXIÓN QUE CAMBIA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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