“¿A dónde me iré de tu Espíritu?, y a dónde
huiré de tu presencia?” (Salmos 139:1-12)
Todo ser humano tiene periodos de
tiempo en su vida, en el que quisiera ocultarse o desaparecer. Por una u otra razón
el hombre y como producto de su naturaleza caída alberga en su corazón temores.
Al mañana, a los años, la salud, el
trabajo, el estudio, al matrimonio o la soltería; pero siempre hay un temor.
Cada día está precedido de un temor o una expectativa y no como debería ser
cuando hay esperanza.
Este es el diario vivir, para el
hombre que no tiene a Dios en su corazón. Siempre existe algo pendiente y no se
espera con alegría y confianza, sino con un alto grado de zozobra en el
corazón.
Nadie escapa al temor que implica pensar
en la muerte física, no importa si hay dinero y posesiones en exceso o hasta la
misma pobreza, siempre hay temor frente a lo desconocido.
Qué hay después de la muerte y que va
a pasar conmigo. A dónde iré o qué será de mi?.
La verdad es que llevar una vida en
estas condiciones, es muy difícil y la solución está a la mano; pero no
queremos verla, aceptarla o admitirla. Así como hay temores, también hay
excusas y el último recurso será escondernos.
El Salmo 139, dice claramente que no
podemos ir a ningún lugar para ocultarnos de Dios. La omnipresencia de Dios no se
puede evadir, así como tampoco podremos omitir nuestra responsabilidad con el pecado.
Sería bueno reflexionar sobre el tema y empezar a asumir una posición seria,
pues tarde o temprano se enfrentará esta realidad. Tal vez nos podemos esconder
de la hipoteca, del enemigo o del amigo; hay ciudades o selvas muy grandes para
esto; pero de Dios no.
El Señor Jesús está por lo pronto como
nuestro salvador; pero un día no muy lejano pasará a ser nuestro juez natural y
la Biblia dice que “horrenda cosa es caer en manos
del Dios viviente” (Hebreos 10:31); con cuál de los dos se quiere
encontrar usted?
PREGUNTA: Hasta cuándo va a estar escondido
de la palabra de Dios?
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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