“Por otra parte, tuvimos
a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y
los venerábamos. ¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los
espíritus, y viviremos?” (Hechos
12:9)
En una familia normal del mundo, los
padres tienen un papel definido de cuidado, protección, orientación y
disciplina para sus hijos de parte de Dios. Algo de esto es lo que establecen
las leyes de cualquier país medianamente civilizado.
Y si esto manda la ley de
los hombres, con mucha más razón las instrucciones impartidas por Dios; creyentes
o no existen promesas implícitas, en la cuales pueden vivir confiados los
hijos.
El Señor no se limita a hacer simples
ofrecimientos por cumplirse; Él nos da “promesas” y no como las de los hombres
que no se cumplen; sino hechos comprobables a lo largo de la historia y en los
que podemos descansar.
Por encima de estas promesas
inamovibles, tenemos al Aquel que las cumple; al Dios mismo y si un hijo confía
en su padre terrenal, con mucha más razón debemos hacerlo en el Padre celestial.
El hombre en su imperfección está
sujeto a un sinnúmero de limitantes para cumplir, pero el Todopoderoso no. La
infalibilidad de Dios ha sido mostrada desde la creación de éste mundo y la
seguiremos esperando para cada evento del futuro.
Dichosos los que pueden y quieren
esperar en la perfección de Dios, pues no sólo son promesas, son eventos palpables
que han sido, son y serán plenamente cumplidos.
En este orden de ideas, no sólo son
“promesas” de un padre en la carne, sino “hechos” que para bien o para mal se cumplirán.
Diferencia grande es esta, pues Dios es desde la eternidad y hasta la
eternidad!
PREGUNTA: Es una ley de hombres o una
promesa de Dios lo que soporta su vida?
REFLEXIONE Y DECIDA!
-
REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
¡SI EN ALGO LE HA
ENRIQUECIDO ESTA REFLEXIÓN, NO OLVIDE COMPARTIRLA!