“Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la
mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor” (Jeremías 2:22)
En
Europa el agua es escasa, costosa y de ahí que se haya desarrollado tanto la
cultura de la perfumería entre otras. Cuando alguien toma un baño diario en
Francia, es interrogado sobre su estado
de salud y si es que tiene alguna enfermedad. En Asia y África el tema es igualmente
complejo; pero no por escases sino por razones culturales o religiosas y allá
no hay perfumes que camuflen esta necesidad.
En
la sociedad occidental se acostumbra la ducha diaria y son pocas las
excepciones. Luego de una ducha se siente bienestar físico; bienestar que
también quisiéramos tener a nivel espiritual; pero nos ocupamos de nuestro aseo
interior?. Es difícil mantenerse limpio y menos si no se cuenta con las
herramientas necesarias de Dios. Cuando se ha fallado, la Biblia dice que
aunque con lejía nos lavemos, nuestro pecado permanecerá.
El
verso hace alusión a la importancia de tener el perdón de Dios para sentirnos
limpios y este sólo se obtiene en el nombre de Jesús. Frente al pecado, no hay
jabón o loción que logre limpiar o disimular esta condición de nuestras vidas.
Con
qué ministramos nuestros corazones permanentemente en la internet, la radio o
televisión?. Nosotros reflejamos necesariamente aquello con lo que nos hemos
alimentado espiritual o físicamente. Vamos a exhalar limpieza o suciedad por
nuestros poros, y esto implicará una relación fluida o no con Dios.
Limpiamos
la casa, la oficina, lavamos el carro, los muebles, tenemos cuidado de lo qué almacenamos o cargamos en
estos; pero qué hay de nuestro interior? La tarea consiste en que nuestra vida física y especialmente la espiritual, experimenten la limpieza y santidad que Dios espera y sin
la cual no le veremos.
PREGUNTA:
Qué sintió usted luego de la ducha hoy?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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