“Porque según el hombre interior, me deleito en
la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que
se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado
que está en mis miembros. Miserable de mi, quién me librará de este cuerpo de muerte?. (Romanos 7:22-24)
En
buena parte de los propósitos espirituales, el cristiano va a encontrar frustración, y
esto obedece a que todavía no entiende que en sus manos no está el hacer o no
las cosas. El hombre del mundo y aún algunos creyentes están acostumbrados a ser
autosuficientes por la naturaleza pecaminosa inherente, y les es muy
difícil depender de Dios.
Tal
vez algunos logren sus metas materiales; para esto hacen uso de cualquier medio
y la sociedad de hoy habla de que “el fin justifica los medios”. No importa a
quién o qué nos tengamos que llevar por delante, la idea es lograrlo; pero
vemos que estos resultados y especialmente los de origen dudoso no perduran.
Cuando
por la Gracia del Señor tenemos el privilegio de llegar a Cristo, pretendemos
aplicar los mismos principios. Creemos que podremos sacar nuestros propósitos
materiales o espirituales adelante sin Él. Que podremos salir del adulterio, la mentira, la droga, la fornicación, la pornografía o cualquier clase de pecado
en nuestras fuerzas.
Sin
embargo la Biblia dice algo muy diferente y nos nuestra que sin la intervención
de Dios a través de su Espíritu Santo, no lo podemos lograr. El apóstol Pablo
nos recuerda en Romanos 7, la incapacidad para sustraernos del pecado que
habita en nosotros y nos encontramos que además de reconocer esta incapacidad; debemos arrepentirnos, apartarnos del mismo, buscar el sello de Dios para alcanzar
misericordia y lograr estos propósitos de proyección eterna.
Que
sea nuestra oración, no solo hacer propósitos de enmienda o los de corto plazo del mundo en nuestra nueva vida
cristiana, sino buscar de manera primordial el favor y la ayuda de Dios.
PREGUNTA:
Ha experimentado usted esta frustración?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
¡SI EN ALGO LE HA ENRIQUECIDO ESTA REFLEXIÓN, NO
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