“Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios,
ni le dieron gracias, sino que
se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido” (Romanos 1:21)
El
normal de la gente busca de Dios si es que lo hace en necesidad, ya que cuando
se tiene todo Él no existe. Salud, vida, provisión y otras necesidades son las
que busca el hombre permanentemente; pero sólo cuando alguna de estas falta, buscamos
ayuda. Esto, si se nos ha hablado de Él, pues se dan casos en los que nadie nos
ha compartido de su existencia.
Cuando
se genera alguna de estas necesidades y es suplida, a lo sumo se le agradece y
se regresa a ese estado de “enajenamiento” espiritual, como si nada hubiera pasado
“dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo” (Efesios 5:20). En el mundo por lo menos por gratitud o
compromiso se mantiene el contacto.
Qué
hay de la posibilidad de establecer una verdadera relación Padre-hijo con Él?. Hemos
sido entrenados en un Dios etéreo, lejano e intangible al que no se nos permite
acceder. Si este fuera el caso de la relación con nuestros hijos o nuestros
padres terrenales, muy seguramente no duraría.
La
relación con Dios y especialmente la de un Creyente, debe trascender a una
necesidad espiritual, física, emocional o económica. Es asunto de establecer un genuino
y permanente contacto, que podamos depender de Él, pues cuando buscamos a una
persona sólo por interés, tarde o temprano la perdemos.
No
hay que ir muy lejos para comprobarlo; debemos ver más allá de la necesidad y deleitarnos
en el placer incomparable de estar cerca de nuestro “Padre”.
PREGUNTA:
Porqué, cómo y con qué frecuencia busca usted a Dios?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –