“¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?”
(Mateo 7:4)
Semanas
atrás analizábamos la importancia del cuidado y testimonio de la iglesia
familiar encomendada por Dios al padre de familia como sacerdote de su hogar.
Esto en razón del pobre testimonio de la iglesia local en cabeza de algunos pastores
y líderes poco idóneos para desarrollar su tarea.
Sin
embargo hoy queremos ir un poco más adelante, pensando en que cada uno de
nosotros tiene un compromiso y una responsabilidad por la cual poner la cara
delante de Dios. Como creyentes y seguidores del señor Jesús, el día que seamos
llamados a cuentas, no vamos a excusarnos en las recomendaciones que nos hizo
el pastor, el líder o el sacerdote de nuestra casa.
Nuestra
responsabilidad es personal e intransferible como el documento de identidad que
nos da un estado; y no podemos evadirla como lo hizo Adán al decir: “la mujer
que me diste….”. Es importante ese auto examen diario y entregar a Dios en
oración no sólo la gratitud por lo favores recibidos o nuestras necesidades,
sino cada una de estas falencias. Pecados con los que aún luchamos y no importa
lo pequeños que parezcan, no dejan de serlo.
Pero
este es un trabajo que debe convertirse en algo exigente y acorde con la Santidad
de Dios; sin llegar a la religiosidad y sin importar la edad. “porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas”
(1 Pedro 2:21). Recordemos que nuestro ejemplo prefecto es Jesucristo y nada
ganamos al compararnos con otro más pecador que nosotros. Como el atleta que
cada día quiere quitar en sus entrenamientos una centésima al cronómetro, así
nosotros como hijos de Dios, debemos exigirnos en santidad.
PREGUNTA:
Cuántas centésimas le ha quitado a su cronometro esta semana?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –