“vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del
corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5)
Desde
la misma creación, Dios ha tenido que tomar medidas en contra de su obra por la
permanente inclinación de esta a pervertirse. Tuvo que sacar a la primera
pareja del huerto por su desobediencia y de ahí en adelante, eventos como este,
se han repetido una y otra vez.
Lo
leemos cuando el diluvio, en el caso de Acam, en la destrucción de Sodoma y
Gomorra, en la torre de Babel, en repetidos episodios durante la toma de la
tierra prometida y otras muchas. Siempre el hombre en su condición de pecador,
busca hacer lo malo.
Lo
único que explica la existencia del género humano hoy a pesar de todo lo que
vemos, es la misericordia de Dios. “tú eres Dios
que perdonas, clemente y piadoso, tardo
para la ira, y grande en
misericordia, porque no los abandonaste” (Nehemías 9:17). De no ser por
esta, la verdad es que todos estaríamos en el infierno.
La
bendición o la maldición no solo están sujetas a la perfecta voluntad de Dios,
sino a la imperfecta voluntad del hombre. Dios hubiera podido crearnos como
autómatas; pero Él quiere nuestra decisión consiente de “agradarle”. El hombre es
responsable de su destino y Dios es respetuoso de su decisión. Cuando presenta
Su plan de salvación en Jesucristo, Él es el rey de los caballeros y respeta la
opción de aceparlo o no.
Obviamente
esto tiene unas implicaciones eternas y podríamos hablar de que el hombre mismo
abre o no, la puerta para recibir la bendición. Dios no puede
negar su naturaleza perfecta y bendecir a aquel que peca. Usted y yo lo hemos
vivido; lo importante es que podamos entenderlo y dejar de ser un obstáculo.
PREGUNTA:
Se considera usted un obstáculo para recibir la bendición?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –