martes, 31 de enero de 2012

LA COMETA

El juicioso trabajo de un padre de familia, representa para esta una fuente de provisión dada por Dios. Esta comprende provisión del techo, abrigo, comida y todos esos extras de la vida moderna entre los que se encuentra la educación de los hijos.
Todo esto suena muy normal dentro de la vida familiar; pero cuando él pide a su hijo universitario que vaya a colaborarle con un día en su oficina, la respuesta no siempre es la mejor. “Es que tengo una cita con mis amigos”…….dice, sin pensar por un momento en el esfuerzo permanente que implica para su padre el pago de la universidad y su día a día.
El muchacho se siente controlado, utilizado e irrespetado al ver que no cuentan con él y sus compromisos previos. De alguna manera se ve tratado injustamente por aquel que ha sido su patrocinador en la carne desde el momento de nacer.  
Algo similar ocurre con la serie de concesiones que hace Dios en su misericordia con nosotros y damos por sentado que éstas, se han convertido en derechos adquiridos. Cuando el Señor entra a demandar algo de nuestra parte o a hacer Sus justos juicios sobre lo que hacemos, creemos estar siendo vulnerados en nuestros derechos.

Dios ha permitido en la vida de hombre algo llamado el libre albedrío y esto es equivalente a darle cuerda a una cometa para que cada vez adquiera más vuelo. El problema surge, cuando Él tensiona la cuerda de nuestra vida y nos sentimos limitados. Pretendemos reclamar lo que consideramos de nuestra propiedad y si por fuera por nosotros, hasta sindicato formaríamos para lograrlo.

Lo que si es claro, es que no podemos pretender reclamar por algo, que el Señor en su misericordia ha permitido y que en justicia nos pide. Como el joven del ejemplo, Dios puede disponer de nuestro tiempo como nuestro Creador que es “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10)
Como pretender que el tiesto interpele a su hacedor? “oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así?” (Romanos 9:20)
Y cuando Dios entra a intervenir en nuestra vida, lo hace primero por amor y segundo por que Él requiere un cambio de conducta, para que encajemos en Sus parámetros eternos “¿O no tiene potestad el alfarero sobre el barro, para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?” (Romanos 9:21)
Recordemos que Dios está trabajando en nosotros para una eternidad con Él y no para el presente.

No debería extrañarnos que cuando Dios se meta con nosotros, la vida se nos ponga de cabeza y la veamos en caos mientras que Él mismo la endereza.

PREGUNTA: Y Dios, ya ha tratado con usted? Si no es así, debería preocuparse. 

  MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 -