La conformación de un pueblo por parte de Dios, que le ame y quiera estar con Él, ha sido un propósito desde antes de la fundación del mundo. Ha tenido y tiene un plan que se está ejecutando todavía. “Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra” (Deuteronomio 7:6) Este es un verso inicialmente dirigido al pueblo judío; pero hoy es totalmente aplicable a la iglesia que Dios está formando en su hijo Jesucristo.
Como en toda actividad, en esta no escapa la intervención de varios elementos, con una tarea especifica; pero todas orientadas a lograr un objetivo. Dios es el perfecto artífice de este plan. Él ha puesto a rodar el engranaje con los actores esparcidos en toda la humanidad y con un protagonista: “EL Señor Jesús”. Dios es el Creador, su Hijo el Salvador y los hombres ese pueblo llamado Iglesia en proceso de formación. Su hijo vino, murió y resucitó cumpliendo así con su parte en el plan; e hizo un encargó a sus seguidores y de los que se espera su juicioso concurso “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19a)
Dejó claramente estas instrucciones, no solamente a sus discípulos, sino a todos los que por Su predicación y ejemplo, hemos creído en Él. A todos los que le hemos aceptado como nuestro Salvador. “bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19b)
Lastimosamente la gran mayoría de los cristianos no tienen como prioridad en su vida esta misión. En lugar de predicar al mundo las buenas nuevas del evangelio, nos ubicamos en entorno de comodidad, preocupándonos por nuestras cosas y nos olvidamos de aquellos que viven en tinieblas y sin esperanza. “Mas los impíos perecen en tinieblas; Porque nadie será fuerte por su propia fuerza” (1 Samuel 2:9)
Muchas veces pensamos, que esta misión como propagadores del evangelio, sólo se puede desarrollar convirtiéndonos en misioneros, viajando a otros países con menos oportunidades, corriendo el riesgo de convertirnos en unos perfectos extraños para los nuestros y en unos asalariados del evangelio sin propósitos claros y con pobres resultados. No vemos que el campo misionero de cada uno está a su alrededor y preferimos obedecer a emociones que no son respaldadas por Dios. La familia, el conocido, el amigo, el vecino, el compañero de trabajo o de estudio. “Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos” (Lucas 16:27-29)
Consideras que estas cumpliendo con tu parte en el plan de Dios para formar la iglesia? Busca Su dirección, estudia la Biblia, capacítate y comienza hoy a poner la semilla. No olvides que Dios es quien hace la obra en cada uno de los que te rodean. Dios se gozará en que uses los dones que te ha dado, serás parte de Su plan y recibirás bendición.
PREGUNTA: Ya haz comenzado tu trabajo misionero?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 -