jueves, 18 de agosto de 2011

LA MISIÓN II


Al interior de la Iglesia, no importando la denominación, también vemos graves falencias en el enfoque de esta labor evangelística. Fallas de las que NO hablamos por temor a ser disciplinados, expulsados, a perder el trabajo o ser maldecidos por hablar de los ungidos de Dios.
Hemos perdido tanto el norte, que ya entramos en la posibilidad de obedecer al hombre antes que a Dios “Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios” (Hechos 4:19) Como producto de todo esto, vemos crisis en las familias que se congregan y basadas en la falta de convicción sobre los parámetros bíblicos. Cuando un pueblo no está siendo ministrado con Biblia, no podemos esperar creyentes establecidos. Vemos todavía individuos ocupados de las cosas del mundo. Su estatus de vida, relaciones fuera del hogar, personas preocupadas por su apariencia, fornicación y otras practicas.
Lo peor es que esta conducta en muchos casos, llega a tocar la vida de los mismos lideres. Esposas en abandono, maltratadas o suplantadas, hijos en desobediencia o inmersos en procesos de droga, adulterio y otras cosas nada aceptadas por la Biblia. Lideres poniendo más cuidado  a problemáticas ajenas que al primer ministerio encomendado a ellos por Dios: “Su familia”
Los que han sido en algún momento de sus vidas parte de una creencia tradicional, simplemente han cambiado de religión; y aquellos que nacieron en hogares de creyentes, se han visto tan poco confrontados con la realidad bíblica que son unos simples religiosos “Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Varones atenienses, en todo observo que sois muy religiosos” (Hechos 17:22), tolerando el pecado en su entorno con la misma naturalidad del mundano; cubiertos con el estigma del “Cristiano”; pero no pasan de una religiosidad.
Un pastor alguna vez, preguntaba desde el púlpito a su iglesia: “a quiénes de ustedes he dejado de visitar este año? Tristemente, los únicos que levantaron la mano, fueron su esposa e hijos.
Es vital para el plan de Dios, el concurso de todos los que hemos creído; pero no menos importante es el cuidado de nuestras familias. Por todos y cada uno de los que están bajo nuestro sacerdocio, tendrémos que dar cuenta delante de Dios. Seremos premiados por salvar almas ajenas mientras las de nuestra familia se perdieron? “No damos a nadie ninguna ocasión de tropiezo, para que nuestro ministerio no sea vituperado” (2 Corintios 6:3)
No exageramos cuando hablamos de que en las distintas denominaciones, los llamados a dar ejemplo, son lastimosamente los que dan más problemas e integran las familias del pastor y el liderazgo. Niños que andan de mano en mano por que el ministerio les quitó a sus padres.
Sólo queremos dejar una exhortación que llame al orden establecido por Dios, pues sólo Él tiene la potestad de juzgar “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios” (1 Corintios 4:5)
Pongamos aunque sea por un momento la mano en la Biblia y miremos si realmente estamos cumpliendo con “La Gran Comisión”.
“…Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hechos 5:29)
PREGUNTA: Dónde está desarrollando su “Gran Comisión”?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –