Es interesante ver como alrededor de una mesa pasan cosas y no pocas. Así como tristemente alrededor de una copa se pactan negocios, a veces no muy claros, en una cena se concretan o aprenden cosas edificantes.
De hecho algunos ministerios cristianos tienen como base de su compartir del Evangelio una cena, en la que los invitados se sienten como eso, invitados. Se les atiende como en un restaurante elegante y se entrega un breve, pero retador mensaje de parte de Dios.
A veces dicho mensaje es tan contundente en el corazón de algunos, que regresan con el ánimo aprender más, reciben a Cristo y luego se convierten en multiplicadores, a la vez que crecen espiritualmente con estas animadas charlas.
Obviamente y como en todo, hay los que no se sienten retados, sino afligidos, juzgados o hasta disgustados por lo que allí escuchan. El corazón del hombre es complejo y normalmente son aquellos que tienen demasiados compromisos con el mundo.
Pero a lo que vamos en esta reflexión, es a que el mismo Jesús trabajo durante el tiempo de estas comidas. Salvó, curó y hasta reprendió a los religiosos por usar estas cenas solo para darse las dignidades de las que no eran merecedores.
Hay muchos relatos en la Biblia en torno a una cena, y de hecho la humanidad entera está invitada a una más que especial. “Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero” (Apocalipsis 19:9), no obstante hay y habrá muchos que no responderán a esta invitación.
Alguien muy conocido por el cristianismo hacía también charlas en una cena, se trata de Martin Lutero, que no solo expuso las 99 tesis del protestantismo, sino que invitaba tanto a simpatizantes como a detractores a su casa.
El ministerio de Jesús comenzaría con una cena y terminaría en otra; así las cosas, es bueno pensar si deberíamos usar estos tiempos con amigos y aun con enemigos para acercarlos a Cristo.
Un fariseo invitó a Jesús un día a cenar, pero con malas intenciones “Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa” (Lucas 7:36), y para variar, el Señor expone al pecador y no pierde tiempo de compartir sobre el Reino.
Son muchas las oportunidades alrededor de una mesa como en las bodas de Caná, las repetidas comidas con Lázaro y sus hermanas y termina con “El primer día de la fiesta de los panes sin levadura,…sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos a preparar para que comas la pascua?” (Marcos 14:12).
Para nada faltaron sus pláticas, pero lo que sí queda claro y como tema de reflexión, es cuál ha sido su respuesta apreciado lector, a la invitación de Dios a la más importante cena de su vida (Apocalipsis 19:9).
REFLEXIÓN: Cenas muchas y muy elegantes, pero el precio de la Cristo no tiene valor!
REFLEXIONAR ES INHERENTE AL SABIO!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
¡COMPARTIR PALABRA HACE LA DIFERENCIA!