“Y el que no se halló
inscrito en el libro de la vida
fue lanzado al lago de fuego” (Apocalipsis 20:15)
Queremos abordar una vez más el
trillado tema del mundo de hoy. No para llover sobre mojado en su depravación
en todos los aspectos, sino para usar éste término en algo de lo que depende el futuro de la humanidad.
Dentro de éste compendio de
aberraciones, se encuentra la de atacar una persona rociándole ácido en su
rostro, por venganza o por el simple hecho de dañar una vida. Nada más bajo y ruin,
que va más allá del mismo asesinato; pues se necesita una mente totalmente deformada
para hacer esto.
Sin embargo la ley de los hombres no
lo ve así y el castigo para este tipo de agresiones todavía es objeto de
legislación. Esto no es justicia; si esto se diera en tiempos de la ley
judaica, el atacante debería recibir lo mismo que hizo a su victima y con toda
seguridad se acabarían, este delito y muchos otros.
Si se le muestra a un incrédulo el
infierno, como la opción para los que no aceptan a Cristo no se inquieta; algunos
hasta se burlan; pero si los amenazamos con un ataque de los mencionados, esto les
genera terror y uno se pregunta qué es más grave en sus implicaciones.
Oremos por éstas personas que por
accidente o por mano criminal se ven en ésta condición. Se necesita estoicismo para
sacar adelante la vida con una limitante de estas, y al igual que los
invidentes, los sordos o los minusválidos, son gente muy valiosa.
Debemos reflexionar en la profundidad y las implicaciones de la muerte
eterna. “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más
bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mateo 10:28). Nada
de lo que ocurre en éste mundo, sin subestimar el dolor de las situaciones
mencionadas, se puede equiparar a algo que afectará su alma por siempre.
PREGUNTA: A qué le teme más usted?
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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