“Inclina, oh Dios mío,
tu oído, y oye; abre tus ojos, y mira nuestras desolaciones, y la ciudad sobre
la cual es invocado tu nombre; porque no elevamos nuestros ruegos ante ti
confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias” (Daniel 9:18)
Estamos viendo en una generación de
jóvenes que todo lo tiene y en al instante. Los adultos se han encargado de
formar personas que asumen que todo lo merece y los han convertido en una
generación que no valora lo que recibe y menos aceptan sus necesidades.
El asunto no queda aquí y
espiritualmente hablando, encontramos personas, que se ven como merecedores de
todo incluyendo la salvación del alma. Es triste ver cómo el pecado que mora en
el hombre, lo hace ver digno de algo que no merece. Unos por religiosos y otros
por que su filosofía de vida les hace creer que pueden prescindir de Dios y lo
que representa.
Para muchos las cosas ya están dadas
en su propia opinión, y se resisten a ver que son personajes totalmente
indignos frente a la santidad de Dios. La fornicación, la mentira, el adulterio
y otros pecados, son simplemente parte de su vida, y creen que pecando y rezando
empatan.
El versículo base nos muestra que no es
la justica del hombre, sino la misericordia de Dios la que lo habilita para la
eternidad con Él; y que mientras se siga en esa obtusa posición de “merecedor”;
merecerá una eternidad; pero en el lago de fuego que describe la Biblia.
PREGUNTA: Qué tanto cree merecer
usted?
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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