En tiempos en los que todo se basa en una carrera por crecer, estudiar, trabajar, acumular y todo eso que es considerado éxito para el mundo, la gente piensa que el tiempo no alcanza, que los años pasan y se tiene la sensación de que cada vez son más cortos.
Bien sabido es que el mundo y hablando de planeta, se aproxima a unos cambios radicales y que llevaran a la humanidad a situaciones de caos. Todos los documentales que se ven a la fecha, hablan con cifras complicadas.
La semana pasada veía en dos fuentes diferentes, como en promedio, el 80% de los peces grandes de los océanos ya desapareció. Esto entre otros muchos datos que hablan de pérdida de fauna y flora a nivel mundial, tanto en tierra como en agua.
Por estos días teníamos el cambio de año y muchos aparecen con los comentarios propios de estas fechas, y en lo que para uno significa un nuevo periodo, para unos de retos, para otros representa la angustia de un año más de vida.
Es cierto y bíblicamente hablando, que cuando hay esperanza todo el panorama se transforma. No hay nada más destructivo que la ausencia de un “algo” en el horizonte que provea de ese impulso vital.
El vox populi habla de angustia frente a todos los eventos presentes y futuros; la corrupción a todo nivel es galopante y desde al indigente hasta el potentado la práctica como forma de vida sin importar a quien se afecta.
Pero otro gallo canta cuando se habla del creyente, y es bueno recordarle apreciado, como lo vimos la pasada reflexión, que cada día que pasa, cada semana, cada mes y cada año que dejamos atrás, es uno menos que nos separa a nuestro encuentro con el Señor.
No existe expectativa más válida en el universo, que la que representa ese encuentro y a condiciones totalmente diferentes. No con todas las aristas de un mundo en proceso de destrucción, sino de un futuro eterno de perfección.
“Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad.” (Daniel 12:3), esto es algo de proporciones inimaginables y de las que seremos testigos los que hemos creído.
Que nuestra oración sea, para que los muchos que aún no conocen a Cristo abran sus corazones y entren a ser parte de Su Iglesia. De esa Iglesia que Él mismo viene a recoger en cualquier como preludio del Milenio.
En la cristalización del final de todo este plan perfecto diseñado por Dios desde la eternidad y hasta la eternidad.
REFLEXIÓN: Cada día que pasa, es un día más cerca de nuestro gran encuentro!
REFLEXIONAR ES INHERENTE AL SABIO!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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