Como cada, a lo largo de todas nuestras vidas y en lo que tiene que ver con el contexto cristiano, una vez más nos encontramos con la Navidad. Mucho se habla de si fue por los días de diciembre o no, es sólo que cuando uno no quiere creer, no lo hace.
Pero para aquellos que sí hemos creído, que no somos incrédulos, sino creyentes en la Palabra inmutable de Dios, es una realidad que no se queda en el nacimiento de un niño, es algo de implicaciones eternas.
Y a esto precisamente nos lleva el mensaje de hoy, a reflexionar una vez más sobre el meollo del asunto y sus alcances. A ver que no todo se queda en la emoción propia de la música de navidad y el regalo.
A la visita de la familia, los amigos, los aguinaldos, y las llamadas novenas que tanto entretienen en esta temporada.
Es bueno recordar que como todos los niños, Jesús creció y se hizo hombre. No cualquier hombre, sino uno con todas las condiciones de perfección y santidad requeridas para hacer lo que nadie más podía.
Desafortunadamente viene el asunto de la tradición primando a la verdad bíblica, de la verdad desdibujada en lugar de la realidad presente y futura para la humanidad.
Es bueno celebrar sí, y que bueno alegrarnos porque un día nació Jesús, y porque si no lo hubiera hecho como parte del plan del Padre, estaríamos todos perdidos y con un pie en el infierno y no en el cielo.
Por estos días hasta se recitan los versos sobre el nacimiento del Mesías “Y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros.” (Mateo 1:23), pero sería bueno tener claro que lo que Dios siempre ha querido es nuestra salvación “Y se dirá en aquel día: He aquí, este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; este es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación.” (Isaías 25:9).
Este es un verso más orientado a Israel que a los gentiles, pero que nuestra el inalterable deseo de Dios por tener un pueblo. Y eso es la Iglesia de Cristo, eso es lo que está pasando desde hace más de dos mil años.
Un proyecto concebido desde la eternidad y para la eternidad, algo que trasciende las emociones del nacimiento del niño Jesús, que nos lleva a dimensionar su proceso de crecimiento y final muerte en una cruz.
El murió, pero resucito y solo está esperando a que se llene el número de lo redimidos de Su Iglesia. En su tiempo vendrá y la habrá de recoger, como la ruta que viene y recoge a los niños del colegio.
Una vez apreciado lector, que este sea un tiempo de ver a Jesús, creciendo y convirtiéndose en el Cristo salvador!
REFLEXIÓN: Todos hemos pasado de niños a adultos, y Jesús no es la excepción”
REFLEXIONAR ES INHERENTE AL SABIO!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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