martes, 6 de marzo de 2018

LUGAR SANTO



A lo largo de todo el libro de Génesis el Señor había caminado con su pueblo; Adán y Eva, Enoc, Noé, los patriarcas, pero ahora Él habitaría entre ellos.
Tener al Señor morando en el campamento era un gran privilegio para la nación de Israel, porque ninguna otra nación tenía al Dios vivo y verdadero en medio de ellos.

Este privilegio traía consigo una gran responsabilidad, implicaba que el campamento de Israel tenía que ser un lugar santo donde un Dios santo, santo, santo pudiera habitar. Desde las medidas más básicas como mantener cada rincón del mismo en condiciones sanitarias impecables hasta la vida personal de cada persona.

Las relaciones interpersonales eran vitales, pues Su santidad no le permitía vivir en donde se practicar adulterio o borrachera. 
Imagina usted las implicaciones que tiene para la iglesia de Cristo hoy tener al Espíritu Santo habitando en medio de ella?

Dios mismo dio indicaciones claras sobre la forma de vestir, comer, dormir y en general todo lo que tiene que ver con la vida cotidiana. Como pretender que los estándares de pureza de hoy sean menores y seguir con vida “En santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días” (Lucas 1:75) .

Sólo por la misericordia de Dios se explica esto, pues antes cualquiera que transgredía alguna de estas normas era cortado del pueblo. Hoy en día el llamado creyente miente, adultera o hace cualquier cosa indebida y pareciera que nada ocurre; pero no es que Dios se haya convertido en un Señor tolerante con el pecado.

Al final de la presente dispensación Cristo mismo llevará a cabo un tribunal en que ya no se habrá de definir la salvación; pero sí habrá lo que la Biblia llama coronas. Todos nuestros hechos estarán expuestos allí y en perfecta justicia serán tratados.

Si esto espera a la iglesia qué podremos decir de los incrédulos; para tristeza suya, ellos estarán del otro lado del abismo y ya no habrá posible salvación. Ayer mismo conversaba con un amigo de edad y al que a pesar de que lleva muchos años en el evangelio, pareciera que ya están empezando a estorbarle ciertos principios básicos de la salvación.

Lo único que quiero como creyente es eso: creer. No quiero cuestionar, sino simplemente creer lo que Dios dice en la Biblia y disponer mi corazón hacia un estado en el que la Palabra me inunde tanto, que ya no quiera respirar por fuera. Puede sonar utópico, pero eso es precisamente lo que quiere el Señor. Que seamos como niños para poder entrar al reino de los cielos; desprovistos de cualquier cuestionamiento.

Y así como totalmente crédulos, totalmente santos. Sabemos que perfección completa no tendremos, pero sí en lo que tiene que ver con nuestras intenciones. Tal vez no lo logremos como en Romanos 7; pero por lo menos lo estaremos deseando con todo nuestro corazón.

REFLEXIÓN: Que nuestro sentir al menos, vaya delante de nuestro actuar! 

REFLEXIÓN QUE  CAMBIA!

- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –

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