Revisando la vida de Pablo, nos
encontramos con un hombre que antes de llegar a Cristo se desempeño como un
auténtico religioso. Hombre calificado por los estudios y pergaminos que lo
habilitaban para ejercer su profesión.
Persiguió a los seguidores de Cristo y
nunca se imaginó, que en esa triste tarea se iba a encontrar de frente y de
manera personal con el Hijo de Dios. Leemos un relato bíblico cargado de
dramatismo, en el que él sólo vio y escucho al Señor.
Todo esto respaldado con la
intervención y testimonio de Ananías, que lo esperaba para de devolverle la
vista por instrucción de Jesús. Llamado directo y genuino a un apostolado que
le daba la autoridad suficiente para reconvenir a un Pedro y pedirle coherencia
en lo que hacía.
Ya no era ese religioso, sino un
verdadero apóstol de Jesucristo y por quien estuvo dispuesto como ocurrió a dar
su vida. Nada de salario, pues aunque recibió ayuda de grupos de convertidos al
Evangelio, él mismo se sostenía fabricando carpas.
Cuando la iglesia tiene “asalariados",
no puede disfrutar la bendición de Dios. No estamos en contra de una justa retribución
por su trabajo, pero esto representa un gran peligro y es el de convertirse en
religioso como lo era Pablo.
La iglesia necesita hombres genuinos y
fieles que trabajen para el Señor, no motivados por el lucro personal o de una
organización, que estén dispuestos a permanecer de ser necesario y fuera de
horario con el rebaño.
Un asalariado suelta el lápiz al
término de su día laborar como cualquier empleado del mundo. Los servidores genuinos
no ven su trabajo como una carga, un oficio que cumplir, ni se van corriendo detrás
de una “oportunidad”.
Asunto bastante normal no sólo por una
oferta laboral, sino detrás de una maestría, postgrado, diplomado y otros
estudios, que terminan por engrosar sus corazones en vez de hacerlos sensibles
a la necesidad de los muchos que no conocen a Jesús.
Estudio que los compromete a regresar a
su organización patrocinadora y cumplir con un simple oficio. Los pastores
genuinos no reciben su llamamiento de hombres u títulos, sino de Dios mismo. No procuran los favores de los
hermanos pudientes o perpetuarse en el púlpito que les brinda estabilidad.
No hay muchos como Pablo, no por que hayan
perseguido a la iglesia por que de esos hay muchos; sino de los genuinos que
sufren prisiones, hambre, persecución o muerte por el nombre de Cristo “A mí no me es molesto el escribiros las
mismas cosas, y para vosotros es seguro. Guardaos de los perros, guardaos de
los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo“(Filipenses
3:1-9), dónde está usted?
REFLEXIÓN: Un siervo genuino no pasa una
hoja de vida, sólo recibe el llamado!
REFLEXIÓN QUE CAMBIA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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