Por estos días y reflexionando sobre el verdadero sentido del nacimiento, ministerio
y sacrificio de Cristo, nos encontramos con que la mayoría de la gente se ubica
y eventualmente identifica con sólo una de sus etapas.
La mayoría se queda en el nacimiento y
lo que hoy por hoy representa la navidad. A quién no le gusta el jolgorio de este
tiempo, los regalos y vacaciones en que se ha convertido. No importando si éste
tiempo está más orientado a emociones que a verdades, pensaríamos que la gran
mayoría se queda con esta.
Han pasado sólo algunas semanas luego
desde la última y la gente ya está pensando en la próxima. Se anhela tanto que
ya no comienza a mediados de diciembre, sino que en los hogares se visten el
árbol, los adornos y el pesebre desde comienzos de noviembre. Hasta finales de
enero y hay quienes todavía se resisten a retirarlos.
Esta es una realidad que toca la economía,
pues a excepción de los comercios todo se ve afectado. Muchos se demoran en retomar
sus responsabilidades y en este orden de ideas, nos encontramos con que el año
sólo tiene solo diez meses productivos.
Otros se quedan con el ministerio Jesús
y del que algo toman; les agrada leer o escuchar sus enseñanzas; pero nadie las
aplica. Que lindo mensaje dicen, que líder tan especial era Jesús; no obstante
Jesús no era, Jesús ES y estamos llamados a vivir como Él lo hizo.
No termina la navidad y ya se espera
la llamada semana santa, en la que se planea otro receso de vacaciones y
diversión. En el mejor de los casos algunos se dedican a la religiosidad o se
ven conmovidos por las escenas en cine o televisión que representan esta
tragedia.
Pueden darse hasta lágrimas frente la cruda
representación del maltrato de Dios hecho hombre; pero por más lágrimas que
caigan, el tema no pasa de ahí. Ni siquiera hay una real conciencia de que
Cristo es Dios hecho hombre.
No se trata de sólo simpatizar con
alguna de estas etapas, se trata de entender las implicaciones de la venida de
Cristo. Él no vino a generar alegría en diciembre o ser causa de lágrimas en
semana santa; vino a propiciar la salvación de la raza humana.
Todo el que acepta su condición de
pecado y recibe el nombre de Jesús será de la familia de Dios “…para que todo aquel que en él cree, no
se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16).
Que el regreso bíblico de Cristo, no lo encuentre apreciado lector de jolgorio
o lágrimas y sin definir de qué lado quiere estar.
REFLEXIÓN: Las emociones no pueden
decidir la eternidad de nadie!
REFLEXIÓN QUE CAMBIA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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