Cuando era niño en el patio de mi casa
paterna había una huerta que incluía entre otros, pequeños arboles de papayuelas
o chilacuanes, cidrón o cedrón y un árbol de brevas o higos como les llaman en
otros países.
Era una delicia caminar unos pocos metros,
coger esos frutos frescos y emplearlos en los ricos dulces de mamá, o simplemente
comerlos en su estado natural. Práctica ya no factible, por que las ciudades se
han convertido en centros urbanos llenos de edificios en los que escasamente se
puede vivir.
Era un tiempo no sólo para comer o
cosechar, sino de familia y especialmente con mamá; las yerbas para las aguas aromáticas
o medicinales de papá y tomar el aire fresco que producen las huertas caseras.
Un dato curioso es que estos árboles y
especialmente los que sobrepasaban los muros de las casas, normalmente cargan
más al otro que en el jardín donde están plantados. Es muy común encontrar que
el durazno del vecino, nos provee de jugosos frutos durante la cosecha.
Este es el caso de muchos creyentes
que reciben a Cristo, eventualmente se capacitan en la Palabra y llevan el
mensaje a otras personas; que bueno que lo hagan y en esto consiste la gran
comisión.
No
obstante, como hijos de Dios estamos llamados a dar los frutos espirituales que
son: “ Mas el fruto del Espíritu es
amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza; contra tales cosas no hay ley“ (Gálatas 5:22,23) .
El
verso dice algo muy importante y es que contra estos frutos nos hay ley; pero
ahora veamos los frutos de la carne y qué dice sobre estos: “Y manifiestas son las obras de la
carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría,
hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones,…..borracheras, orgías, y cosas
semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho
antes, que los que practican tales cosas no
heredarán el reino de Dios“ (Gálatas 5:19-21).
No
heredaran en reino dice claramente y parece que muchos no han visto esta parte
de la Biblia. Lo cierto es que una vez más Dios, nos deja ver la necesidad de
la transformación, la santidad y el testimonio que en muy pocos se ve. Parece
que como en el ejemplo de los árboles, el fruto del creyente se da al otro lado
del muro y no en su propia vida.
REFLEXIÓN:
La salvación se recibe, pero la santidad se busca y se vive!
REFLEXIÓN QUE CAMBIA!
- BASADA EN LA VERSIÓN
REINA-VALERA 1.960 –
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