Para el hombre común acostumbrado a
“pensar, opinar, influir y ser el protagonista del mundo”, debe ser muy
complicado aceptar que le digan que nada es de él. Contrario a esta triste
posición, nos encontramos con la humildad de un hombre como el apóstol Pablo.
Por siglos el hombre ha querido ser el
protagonista de la historia y de hecho lo ha logrado; pero en los más tristes
términos, por que ser protagonista de la miseria de la humanidad no es para
nada halagador.
No obstante quiere seguirlo haciendo y
vemos la codicia de poder y riqueza de los líderes en las naciones; no acaban
de dejar la presidencia de un estado y quieren seguir manipulando las
decisiones que son propias del nuevo gobierno. Triste condición la del sujeto
promedio que con dinero, con poder o no, pretende sobresalir a costa de
cualquier cosa.
Opuesto a esto encontramos una sana y
santa posición de Pablo, un hombre que en sus propias palabras de se describe como
el más pequeño. Es de exaltarse su repetido comentario en el Nuevo Testamento y
lo podríamos asociar con una especial madurez, sin embargo él mismo lo atribuye
solamente a Dios.
En este mismo sentido se expresa un
conocido expositor de la Biblia y hace énfasis en que todo lo que dice proviene
de Dios. Alguien le exaltó alguna vez por sus acertados comentarios bíblicos, a
lo que respondió con seguridad: “La verdad es que no creo tener o haber tenido
un pensamiento propio en la vida”.
Toda la gloria, honra y honor a Dios
debe ser el pensamiento y palabra de cada genuino servidor en la Obra, y esto contrasta
claramente con muchos que tristemente atribuyen sus logros a la universidad, al
seminario o a la experiencia.
Serán confiables aquellos que se
enorgullecen del mundo y sus logros; me permito recordar, que para Dios todos
somos como trapos de inmundicia, que la iglesia está conformada de pecadores
arrepentidos y pretender mostrarnos como autosuficientes es parecernos a
Satanás.
Éste autosuficiente fue el primero en
salir del cielo con los que le siguieron, y ese ejemplo debería sernos suficiente,
para tener temor y temblor en nuestras afirmaciones. Que cada uno de nuestros
logros sea atribuido a la obra de Dios y
nunca pretender hacerlos nuestros.
Nuestros desatinos como todo lo que
vemos en el mundo indudablemente son nuestros; pero a cada uno lo que corresponde “Respondiendo Jesús, les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de
él” (Marcos 12:17).
REFLEXION: A cada uno lo que
corresponde y la Gloria es sólo de Dios!
REFLEXIÓN QUE CAMBIA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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