En una reflexión anterior comparábamos la vida de un creyente con la de un
soldado en formación. Hoy queremos mostrar que la vida cómoda de una persona produce
un carácter débil.
Cuando una familia tiene varios hijos,
estos suelen presentar resistencia entre ellos en las cosas que les ofrecen sus
padres. Tienen que compartir la bici, el balón, la ducha o la tele y esto los
entrena para lo que va a ser la vida futura en el mundo.
Esto es más animado entre más
hermanitos son; pero tiene un resultado adverso cuando surgen las normales
preferencias de los padres “ Y
viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le
aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente.”
(Génesis 37:4). En lugar de formarlos, los traumatiza y genera entre
ellos rencores que a veces llegan muy lejos.
En el caso de José, fue Dios mismo quien
utilizó estas diferencias para sus propósitos, pero en una familia promedio y
sin conocimiento de Dios, el asunto puede tornarse diferente.
El carácter se forma a base de la experiencia
y en esa medida aprendemos a tomar las decisiones correctas de la vida. Esas
decisiones se hacen normalmente con base en las cosas que más valoramos y por
experiencia lo digo.
Perder de un día para otro todo lo que
consideraba más valioso en mi vida, me habilitó para entender y recibir lo más
importante en la vida de un ser humano en la tierra: La salvación en Cristo!.
Con mucha rapidez pedimos ayuda para
suplir las necesidades visibles del cuerpo, cuando las necesidades más grandes
y definitivas están en nuestro ser interior. Es por eso que Dios se glorifica
en nuestra debilidad “…por amor a
Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en
persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:10).
Cuando somos débiles es que realmente somos
fuertes, por que dependemos totalmente del Señor y quien más poderoso que el
Todopoderoso para darnos seguridad. Cuando éramos victimas de alguna
persecución en el colegio, nuestra fragilidad se veía compensada en su
totalidad cuando nuestros padres acudían en nuestra ayuda.
El asunto radica en qué tanto queremos
depender de Dios y si contamos con Él para cada circunstancia de la vida. No
podemos esperar que Papá nos ayude cuando nos empeñamos en hacerlo todo por
nuestros medios.
REFLEXIÓN: Esperar y en Dios, siempre
será signo de sabiduría!
REFLEXIÓN QUE CAMBIA!
- BASADA EN LA VERSIÓN
REINA-VALERA 1.960 –
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