Para cualquiera que ha leído la Biblia y especialmente el Nuevo Testamento, o para aquellos que ven las películas de Jesús y Su ministerio, a medida que entienden las implicaciones de ser un discípulo de Cristo piensan de dos formas.
O estos hombres estaban locos, o que privilegio haber sido testigos y compañeros de lucha del Salvador del mundo. Fueron muchos los problemas que tuvieron que sortear incluyendo la muerte, pero por otro lado que bendición haber estado a su lado.
Si vamos a un Pedro, un Santiago o a Judas mismo, darle la mano por así decirlo, debió ser algo más allá de lo fantástico en términos contemporáneos. Y ni se diga de un Juan el apóstol, él era el discípulo amado.
Estaban tan amañados con Él y todo lo que implicaba, que cuando Jesús habla de morir Pedro lo reconviene “…Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca” (Mateo 16:22b).
Por supuesto el pobre pescador no estaba viendo más de la punta de su nariz, porque el Señor le contesta “Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres” (Mateo 16:23).
El creyente de hoy pensará que tenerlo al lado fue una bendición, pero es aquí donde para nada debemos sentir envidia por santa que sea; el mismo Señor nos dice que está con nosotros y no será por tres años, sino para siempre “…el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).
Que sea la oportunidad de recordar que Él habita en todos y cada uno de los que le hemos recibido, y de la importancia que representa no pisotear Su sangre derramada por nuestro pecado “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30).
En otras palabras, si nos incomodamos porque los apóstoles tuvieron el privilegio de estar tres años con el Señor, que pensarían ellos que nos ven de la mano de Su Espíritu por dos, tres, diez o cincuenta años?.
No se equivoque apreciado lector, la responsabilidad suya y mía es mayúscula; cada vez que aprendemos algo nuevo, que entendemos algo que no veíamos en un verso, esta responsabilidad crece y es de esperarse que lo aprendido se convierta en vida.
Tal vez no lo vemos físicamente como lo hicieron ellos, pero nosotros lo sentimos.
REFLEXIÓN: No es un asunto de sólo tres años, es de ahora y por de vida!
LA REFLEXIÓN ES PARTE DE LA VIDA!
- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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