Para muchos de ustedes hay una palabra familiar y tiene que ver con “cadenas”. Que se rompen, se caen, se sueltan o simplemente cadenas. En historias, novelas, libros, dichos o nombres de instituciones.
Para esta reflexión tenemos un verso especial como todos lo de la Biblia y tiene que ver con esto, con cadenas que no solo cayeron, sino que desaparecieron de las vidas de muchos.
Se trata de la historia del carcelero de Filipos, y la manera sobrenatural como las cadenas de los presos cayeron. Pablo y Silas estaban dentro, pero no deprimidos, sino cantando y alabando a Dios a pesar de estar presos “Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron“(Hechos 16:25,26).
Sin especular podemos afirmar, que no solo cayeron las físicas que tenían los presos, sino las espirituales también. Como primera medida vemos el testimonio del carcelero y responsable, que intentó quitarse la vida al ver las puertas de la prisión abiertas.
Su responsabilidad era tal, que no le dejaba alternativa; pero frente a eso apareció Pablo y lo impidió. A este fue el primero que Dios le abrió los ojos esa noche y luego a todos los suyos.
Evidentemente hubo algo sobrenatural en gran manera esa noche, y que persuadió a todos los que estaban allí para tomar una decisión por Cristo. La pregunta de este hombre fue “…: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” (V:30).
Esto no lo hizo un temblor, algo de fondo ocurrió allí para romper las cadenas espirituales de todas estas personas. Las cadenas físicas de Pablo y Silas eran lo de menos; esta clase se puede cortar con fuego o una sierra y hasta en esto intervino Dios; pero las realmente difíciles son de abrir son las carácter espiritual.
Son las mismas con las que luchan las personas de hoy, cadenas que Dios está dispuesto a romper si hay corazones que le busquen. Él está esperando que se hagan la misma pregunta: “ qué debo hacer para ser salvo?. No es fácil y el mismo creyente también tiene sus luchas, las cadenas que trae de su pasado no son no pocas; sólo que ya cuenta con la ayuda del Señor.
REFLEXIÓN: Ataduras y cadenas hay muchas, pero todas las puede romper el Señor!
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- BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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