“Porque no me avergüenzo
del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al
judío primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16)
Una de las grandes
diferencias entre niños y adultos es la franqueza de los primeros, frente a la
falta de verdad en los segundos. Unas semanas atrás en una reunión de amigos,
una pequeña de diez años desarmaba el argumento de su abuela sobre el almuerzo,
en algo que para la niña había sido una verdad a medias; pero para la abuela no.
La niña lo dijo con
la honestidad de su corazón y me asombra todavía su ingenuidad. Un dicho del
mundo reza que sólo los borrachos y los niños dicen la verdad y hay que ver que
lejos estamos los adultos de la transparencia.
Es por esto que el
señor Jesús, dijo que si no somos como niños no veremos Su reino. La honestidad
plantea integridad y sólo así tendremos la radicalidad que los caracteriza para
ver sólo lo bueno.
Al adulto incrédulo
le cuesta trabajo aceptar la verdad de Dios; le da vergüenza su desnudez frente
a una verdad que lo hace indigno y prefiere seguir escondido en su cobija de
pecado antes de exponerse al Creador.
Muchas veces hasta el
creyente se abstiene de decir la verdad para no ser descalificado; prefiere bajar
la cabeza a ser marginado y el Señor dice que al que le niegue delante de lo
hombres, Él también lo negará delante del Padre (Mateo
10:33).
Es por esto que
Pablo lo dice abiertamente en Romanos: “no me avergüenzo”. Los niños son
radicales, espontáneos, sinceros y transparentes para decir que no está bien y
más cuando conocen de Dios; pero el adulto vacila en su contaminación.
Es de admirar la
determinación de un niño frente a lo que acepta como una verdad, la defiende y
son ejemplo a seguir. En vez de contarles
a los niños tantas historias mentirosas de héroes imaginarios, deberían ser
instruidos en la verdad de Dios en la seguridad de que éstos cambiarían el
mundo.
PREGUNTA: Quiere
usted ser niño o adulto?
REFLEXIONE Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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