“Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos
nuestros ojos. Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida
recibieron la vista; y le siguieron“(Mateo 20:33-34)
Hace unos días conocí a un hombre de
unos cincuenta años en el transporte público de la ciudad. Nada tendría de especial si éste fuera una
persona con todas sus facultades; pero el asunto radica en que es invidente. La sola
posibilidad de moverse en transporte público
sin acompañante ya es algo loable.
En mi juventud y como parte del
programa de la secundaria, tuve el privilegio de trabajar con invidentes y son
gente maravillosa; como todas aquellas personas que por alguna circunstancia o
de nacimiento llevan una discapacidad.
Recuerdo que mi actividad tenía que
ver con ayudar en sus tareas a los jóvenes invidentes que estudiaban. Unos
estaban en el colegio y otros en la universidad; pero mi sentir era el de un
verdadero parásito, junto a estos valientes que a pesar de su limitación rendían
más que uno.
Volviendo al hombre del transporte
público y cuyo nombre el Luis Miguel, su día a día es más loable aún. Trabaja y
su labor es la de mensajero de una empresa a nivel local y nacional. Esto lo
deja a uno pasmado, pues encontramos personas en el mismo oficio, con todas sus
facultades y de una ineptitud pasmosa.
Todo esto para comentar la importancia
de la vista física; pero también para ir un poco más allá, en la definitiva
posibilidad de ver espiritualmente. Como en el verso de hoy, el señor Jesús no
sólo quería que estos hombres recibieran la vista; sino que fueran salvos.
El hombre se conforma con la sanidad, no
busca la salvación y menos la santidad. En su absurda búsqueda de lo material,
se conforma con lo del momento y no procura lo eterno. Dios siempre quiere que
miremos más allá y no sólo nos quedemos con las señales.
PREGUNTA: Usted ya ve realmente?
REFLEXIONE Y DECIDA!
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REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
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