“Hermanos, yo
mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando
ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo
a la meta, al premio del supremo
llamamiento de Dios en Cristo Jesús“(Filipenses 3:13,14)
En el año 776 antes de Cristo, se inició
un evento que regularmente reúne deportistas de todo el planeta, con el fin de
buscar las mejores marcas en cada una de sus disciplinas. Un tiempo destinado
para demostrar sus condiciones e invierten todo su esfuerzo con el ánimo de
lograr una medalla.
No obstante, se han filtrado algunos
vicios como las drogas estimulantes o el profesionalismo, que sin duda han
deslucido este propósito. Esta es una actividad que nunca pensó en defraudar o lucrar
como fin principal.
La utilización de estimulantes se ha
convertido en una mentira al mundo que espera sus resultados; y la profesionalización
ha opacado su fin de transparencia. Lo que antes se hacia por amor al deporte,
se ha convertido en un triste mercantilismo. Encontramos “deportistas”, que más
deberían llamarse comerciantes por las sumas astronómicas que devengan, demostrando
así cuan bajo ha caído la palabra deporte para ellos y sus dirigentes. Algo concebido
con nobles fines; pero pervertido como como la pólvora, que se inventó con
fines de paz y ha dejado millones de muertos.
En el verso de hoy, vemos a Pablo
exhortando a mantenernos en la carrera hablando de deporte, carrera que ni él
mismo había logrado, pero teniendo el norte en la meta del “supremo
llamamiento”. A no desistir y a mantener sin contaminación la iglesia; cuidando
de no volver comercio la Palabra y su mensaje de salvación en Cristo.
No es descabellado comparar el
desdibujado fin del deporte, con lo que ocurre en la iglesia de hoy.
PREGUNTA: Es usted un deportista
aficionado o profesional del Evangelio?
MEDITELO Y
DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA
VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –
¡SI EN ALGO LE HA
ENRIQUECIDO ESTA REFLEXIÓN, NO OLVIDE COMPARTIRLA!