“Quién diera que
tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días todos mis
mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para siempre” (Deuteronomio 5:29)
En
la vida del Creyente se libra permanentemente una lucha entre la carne y el
espíritu. Una pelea que cada una de las partes quiere ganar y esto depende
del alimento que se provee. Si estamos entregados al mundo y sus
entretenciones, el resultado es obvio; pero si buscamos agradar a Dios en lo
que pensamos, hablamos y hacemos el asunto será diferente.
En
el verso de referencia, Dios muestra Su ferviente deseo, por bendecirnos y por
que tengamos un corazón dispuesto a hacer lo que a Él agrada. No es fácil pues es
de ese mismo corazón, de donde manan los malos deseos que dan origen a
cualquier clase de pecado.
No sabemos lo que habita en nuestro corazón; tal vez sepamos lo que queremos en este
preciso instante; pero el único que sabe lo que haremos mañana, en un mes o en
un año es el Señor y está presto a ayudarnos “Mas si desde allí buscares a Jehová tu
Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma” (Deuteronomio 4:29)
De
ahí la importancia de depender permanentemente de Dios y Su palabra; de atesorarla
y vivirla “En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti” (Salmo 119:11): En Su sabiduría
y poder es el único que nos puede ayudar y quién más idóneo para acompañarnos en
nuestra debilidad?. No imaginamos la cantidad de pecado oculto en nosotros, debemos
pedir perdón aún por lo que ignoramos y buscarle para defendernos de nosotros mismos.
PREGUNTA:
Sabe usted si va a hacer el bien o el mal mañana?.
MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –