Cuando no se
tienen los recursos suficientes para comprar una casa, el mundo podría pensar
que la opción es pagar renta o endeudarse el resto de la vida. Tener una vivienda
propia, no es una prioridad en la vida de un verdadero hijo de Dios como
algunos piensan, pues en ninguna parte de la Biblia dice que el techo que Dios
nos provee debe estar a nuestro nombre “No os afanéis por vuestra vida, qué
habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de
vestir. ¿No es la vida más que
el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mateo 6:25); sin
embargo esto nos sirve para ilustrar el tema de hoy.
En la
economía del mundo moderno, existen herramientas financieras para “permitir” que el hombre, en teoría cumpla con sus
deseos. Debemos hacer diferencia entre lo que se considera necesario y lo que
no lo es. Necesario, es lo que en la Palabra tiene que ver con alimento, techo,
y abrigo; pero no con suplir deseos egoístas como viajes, el carro del año, el último celular,
la ropa de moda o la finca de recreo.
Dentro de esas
herramientas, encontramos los créditos de libre inversión, hipotecarios, las
tarjetas y otras de los que nos ocuparemos en otra reflexión. Para el caso que nos ocupa, está el hipotecario y es uno
a través del cual el firmante puede ir pagando en a veces tortuosas cuotas, el
inmueble que desea.
Se establece
un contrato entre el comprador y el proveedor de los recursos (el banco), en el
que si no mediara un interés de usura, sería una forma equitativa para dar
condiciones dignas de vida a muchos. No obstante, la codicia está a la orden
del día y se aspira a cosas mucho más allá de que están al alcance,
estableciéndose no un servicio altruista, sino una “hipoteca”. Es entendible,
que los bancos reciban un pago por su trabajo; pero vemos como estos en las
crisis financieras o inmobiliarias, dejan en la calle a miles de familias.
Hipoteca que
se convierte en la razón de vivir para el comprador y por la cual se va a tener
que preocupar el resto de su vida, dejando de lado el verdadero propósito de
esta que es buscar restaurar esa relación rota con Dios y perdiendo de vista el
bienestar y salvación de su familia. Hipoteca que de cancelarse en el mejor de
los casos le va permitir una escritura a su nombre en los últimos días de su
vida, cuando ni puede disfrutarla. Dejando atrás esta hipoteca, que es una de
las tantas injusticias del mundo de hoy, nos ocupamos de lo realmente
importante y tiene que ver con el alto precio pagado hace más de dos mil años
por su vida y la humanidad. Existe un intermediario, que pagó no por una casa terrenal
que hoy está y mañana no; sino que lo hizo por una morada eterna para usted. Lo
hizo no con dinero, pues a pesar de que es el dueño de todo, lo hizo con su
propia sangre.
Días atrás vimos
como lo hizo sin tener responsabilidad “el justo por los injustos” (1 Pedro 3:18).
Lo hizo por que era la única opción posible frente a la exigencia de un Dios
Santo frente a nuestro pecado “Sed santos,
porque yo soy santo” (1
Pedro 1:16). Lo hizo en su gran amor por una humanidad, que
emplea todos sus días en pagar deseos que no puede comprar.
El señor
Jesucristo lo hizo y no nos cobra como lo hace el banco, lo recibimos como
regalo “por gracia sois salvos por
medio de la fe” (Efesios
2:8). Recordemos que gracia quiere decir regalo, y quién si
no Dios, puede regalar algo de tanto valor; pero que el mundo desprecia.
Lo que sí queda
claro, es que la economía y las motivaciones del hombre, nada tienen que ver
con los principios de Dios. Si realmente dimensionáramos, el valor de este
favor recibido, veríamos con mucha claridad que con Él si tenemos un verdadera
“hipoteca” y sobre la cual, Él sólo espera “obediencia”
PREGUNTA: Para
cuál hipoteca vive usted?
MEDITELO
Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960
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