martes, 5 de junio de 2012

LA HIPOTECA


Cuando no se tienen los recursos suficientes para comprar una casa, el mundo podría pensar que la opción es pagar renta o endeudarse el resto de la vida. Tener una vivienda propia, no es una prioridad en la vida de un verdadero hijo de Dios como algunos piensan, pues en ninguna parte de la Biblia dice que el techo que Dios nos provee debe estar a nuestro nombre No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mateo 6:25); sin embargo esto nos sirve para ilustrar el tema de hoy.
En la economía del mundo moderno, existen herramientas financieras para “permitir” que el hombre, en teoría cumpla con sus deseos. Debemos hacer diferencia entre lo que se considera necesario y lo que no lo es. Necesario, es lo que en la Palabra tiene que ver con alimento, techo, y abrigo; pero no con suplir deseos egoístas  como viajes, el carro del año, el último celular, la ropa de moda o la finca de recreo.
Dentro de esas herramientas, encontramos los créditos de libre inversión, hipotecarios, las tarjetas y otras de los que nos ocuparemos en otra reflexión. Para el caso que nos ocupa, está el hipotecario y es uno a través del cual el firmante puede ir pagando en a veces tortuosas cuotas, el inmueble que desea.
Se establece un contrato entre el comprador y el proveedor de los recursos (el banco), en el que si no mediara un interés de usura, sería una forma equitativa para dar condiciones dignas de vida a muchos. No obstante, la codicia está a la orden del día y se aspira a cosas mucho más allá de que están al alcance, estableciéndose no un servicio altruista, sino una “hipoteca”. Es entendible, que los bancos reciban un pago por su trabajo; pero vemos como estos en las crisis financieras o inmobiliarias, dejan en la calle a miles de familias.
Hipoteca que se convierte en la razón de vivir para el comprador y por la cual se va a tener que preocupar el resto de su vida, dejando de lado el verdadero propósito de esta que es buscar restaurar esa relación rota con Dios y perdiendo de vista el bienestar y salvación de su familia. Hipoteca que de cancelarse en el mejor de los casos le va permitir una escritura a su nombre en los últimos días de su vida, cuando ni puede disfrutarla. Dejando atrás esta hipoteca, que es una de las tantas injusticias del mundo de hoy, nos ocupamos de lo realmente importante y tiene que ver con el alto precio pagado hace más de dos mil años por su vida y la humanidad. Existe un intermediario, que pagó no por una casa terrenal que hoy está y mañana no; sino que lo hizo por una morada eterna para usted. Lo hizo no con dinero, pues a pesar de que es el dueño de todo, lo hizo con su propia sangre.
Días atrás vimos como lo hizo sin tener responsabilidad el justo por los injustos” (1 Pedro 3:18). Lo hizo por que era la única opción posible frente a la exigencia de un Dios Santo frente a nuestro pecado  Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:16). Lo hizo en su gran amor por una humanidad, que emplea todos sus días en pagar deseos que no puede comprar.
El señor Jesucristo lo hizo y no nos cobra como lo hace el banco, lo recibimos como regalo por gracia sois salvos por medio de la fe” (Efesios 2:8). Recordemos que gracia quiere decir regalo, y quién si no Dios, puede regalar algo de tanto valor; pero que el mundo desprecia. 
Lo que sí queda claro, es que la economía y las motivaciones del hombre, nada tienen que ver con los principios de Dios. Si realmente dimensionáramos, el valor de este favor recibido, veríamos con mucha claridad que con Él si tenemos un verdadera “hipoteca” y sobre la cual, Él sólo espera “obediencia”

PREGUNTA: Para cuál hipoteca vive usted?

MEDITELO Y DECIDA!
- REFLEXIÓN BASADA EN LA VERSIÓN REINA-VALERA 1.960 –